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Autor. Carlos E. Maldonado
Los ritmos del desarrollo del conocimiento son ciertamente vertiginosos.
Más exactamente, podemos decir que los ritmos son globalmente hiperbólicos.
Hubo, en efecto, una épica cuando fueron ritmos geométricos.
La más reciente expresión del crecimiento exponencial del conocimiento
fue la llamada Ley de Moore y expresa el progreso de los procesadores y
la consideración de su eventual estancamiento, todo lo cual se encuentra
bien estudiado (Kurzweil, 1999).
Como punto de partida para las consideraciones de este texto, se hace
uso de una síntesis, pues se trata de entender las dos circunstancias que
conforman el ethos de nuestra época: las revoluciones científicas y las revoluciones
industriales. La tabla 1 presenta una síntesis. En ella varias observaciones
puntuales se imponen. Por un lado, una revolución científica es
una revolución en la cosmovisión del mundo y de la realidad. La ciencia clásica
introduce una visión de la naturaleza dualista y mecanicista. Esta imagen
del mundo y de la realidad se rompe en mil pedazos con las revoluciones
que le siguen. Por el otro, una revolución industrial es una revolución en el
trabajo y en las formas de organización del trabajo en la sociedad.